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La Transformación del Acto de Ver en la Era de la Inteligencia Artificial

Por Juan Manuel Santamaría

El acto de ver siempre ha estado condicionado por la tecnología, la cultura y el contexto histórico. Con la llegada de la inteligencia artificial, la forma en que percibimos y comprendemos las imágenes está cambiando radicalmente. Desde distintas perspectivas teóricas, podemos analizar cómo se transforma nuestra relación con lo visual y qué implicaciones tiene para el futuro.

1. La imagen y la ideología: ¿Quién controla lo que vemos?

La imagen nunca ha sido neutral. Siempre ha estado al servicio del poder, ya sea para legitimar, persuadir o manipular. Hoy, la inteligencia artificial no solo genera imágenes, sino que decide qué es visible y qué no. Los algoritmos seleccionan qué se muestra en nuestras pantallas, reforzando ciertos discursos mientras ocultan otros. La IA no crea desde la experiencia, sino desde un patrón establecido por bases de datos sesgadas. La pregunta clave es: ¿quién programa lo que vemos?

2. La pérdida del aura: ¿Qué sucede cuando todo es reproducible?

Antes, cada imagen tenía un contexto único, un aura que la hacía irrepetible. La fotografía y el cine ya habían iniciado la crisis de la unicidad, pero la IA la lleva al extremo. Ahora las imágenes no solo se reproducen, sino que se generan infinitamente sin una fuente original. Ya no hay un “momento” capturado, sino una construcción digital que simula la realidad. ¿Cómo afecta esto nuestra conexión con lo visual? ¿Acaso la sobreproducción de imágenes las vuelve irrelevantes?

3. La ausencia del “punctum”: ¿Podemos seguir sintiendo lo que vemos?

Las imágenes generadas por IA pueden ser técnicamente perfectas, pero carecen del punctum, ese elemento inesperado que nos conmueve y nos atrapa emocionalmente. Un rostro humano con una expresión real, un gesto espontáneo o una imperfección pueden transformar una imagen en un mensaje poderoso. La IA, al ser una combinación de datos preexistentes, genera imágenes que parecen auténticas, pero están desprovistas de una verdadera emoción. ¿Estamos perdiendo la capacidad de sentir con las imágenes?

4. La saturación visual: ¿Cuándo todo se convierte en ruido?

Vivimos en una época de sobreexposición visual. La IA acelera este proceso, creando millones de imágenes en cuestión de segundos. Si antes una imagen podía cambiar el mundo, hoy su impacto se diluye en un océano de contenido efímero. La velocidad con la que consumimos imágenes nos impide analizarlas, detenernos a reflexionar sobre ellas. Si todo es imagen, ¿qué es lo que realmente estamos viendo?

5. La inteligencia artificial como nuevo medio: ¿Quién mira a quién?

No solo las imágenes están cambiando, sino el acto mismo de ver. La IA no solo nos muestra imágenes, sino que también nos observa, analiza nuestros comportamientos y personaliza lo que aparece en nuestras pantallas. Ya no somos solo espectadores, sino también objetos de observación. La relación entre el creador, la imagen y el espectador se desdibuja. ¿Estamos viendo imágenes o son las imágenes las que nos están viendo a nosotros?


El futuro del acto de ver

El impacto de la inteligencia artificial en la imagen no se limita a la tecnología; transforma nuestra percepción, nuestra relación con la realidad y nuestra capacidad crítica. La gran pregunta no es si la IA puede generar imágenes más realistas o atractivas, sino si aún somos capaces de mirarlas con conciencia.

En una era donde todo es visible, lo más revolucionario será recuperar la mirada crítica, detenernos y preguntarnos: ¿qué estamos viendo realmente?

 

En una era donde todo es visible, lo más revolucionario no es solo ver, sino entender lo que vemos. Estamos rodeados de imágenes generadas en masa, diseñadas para captar nuestra atención, pero no necesariamente para transmitir significado. La inteligencia artificial, los algoritmos y la inmediatez digital han convertido la imagen en un flujo constante, donde lo real y lo fabricado se entremezclan sin que haya tiempo para la reflexión.

¿Qué estamos viendo realmente?
Vemos lo que los algoritmos deciden que es relevante para nosotros. Vemos imágenes optimizadas para la viralidad, para la reacción instantánea, para el consumo fugaz. Lo que no vemos es el contexto, la intención detrás de cada imagen, el propósito con el que fue creada. No vemos las historias que quedan fuera del encuadre, ni cuestionamos quién elige lo que merece ser visto y lo que no.

Para recuperar la mirada crítica, debemos detenernos. Aprender a filtrar, a observar con conciencia, a desconectar de la sobrecarga visual y preguntarnos qué sentido tiene lo que vemos. No se trata solo de mirar imágenes, sino de analizarlas, de entender quién las produce, con qué intención y qué impacto generan. Solo así podremos distinguir entre lo real y lo fabricado, entre lo significativo y lo superficial.

En un mundo de sobreexposición visual, mirar críticamente es un acto de resistencia.